Estábamos
en hora libre (raro en esa institución), y me quedé afuera con… llamémosla
“Federica” para no quemar gente, y bueno nos encontrábamos conversando sobre
los posibles tatuajes que tendremos, el tamaño, color y lugares donde se
pondrán. En eso llegó esta chica, “Alejandra”, compañera nuestra y nos pregunta
sobre si nos es molesto el humo del cigarro que está fumando, nosotras solo nos
volteamos a ver y sonreíamos, estaba claro que en lo absoluto. Seguido de eso
puso atención a la plática y nos comentó que ella tiene un tatuaje, un
infinito, a su costado a lado del seno izquierdo, nos lo enseñó valiéndole
verga quién la veía y quién no (en realidad no había nadie pero pura madre me
levantaría la blusa). Prácticamente lloró cuando se lo estaba haciendo el
maldito tattoo, al menos eso nos dijo ella pero eso no lo sé, no estuve ahí.
Iba
a seguir con nuestra conversación de los tatuajes pero recordé cuando hace unos
días también la misma morrilla (del ICO disculpe usté’), nos dijo: “Hey goe no
mames, yo pensé que sí eran pareja, pero obviamente no se los iba a preguntar,
hehe”. Esto refiriéndose a la relación que mantengo con la ya mencionada
“Federica”, por lo que solo me reí bastante y mi amiga me imitó. Estuve todo el
rato pensando acerca de lo que había ocurrido minutos atrás, la dimensión a la
que había llegado mi amistad con “Fede”, nosotras ya denominadas LESBIANAS por
la nuestros compañeros, nuestras amistadas, por la sociedad. Aprovechando el
trabajo temporal de mi amiga le propuse “arreglarnos” para ir a la escuela,
para ver si con eso dejábamos de parecer lesbianas; porque tal vez lo tome como
un juego y me de risa pues no le resta importancia a lo que piensan de
nosotras, principalmente los chicos, equis de de de de.
Dicho
y hecho nos aventuramos en el mundo de Yuya, bueno no porque en realidad se
ocupa bastante tiempo ponerse “guapa”, a menos que lo hagas a diario y esto
solo le tome no más de cinco malditos minutos. El lunes fue el gran día,
desperté a las 5:30 am, bueno mi papá me despertó ya que olvidé poner la
alarma. Sabía que si me preparaba el desayuno no alcanzaría a arreglarme, así
que opté por lo que dicen: “la belleza cuesta”, y me costó no prepararme el
licuado de plátano con canela que suelo hacer por las mañanas. No hubo mucho
cambio puesto que solo arreglé mi cabello y coloqué un poco de maquillaje, eso
sí con unos zapatos azules de tejido para variarle al asunto del uso excesivo
de tenis y botas; también me quité el piercing que tengo en la nariz (septum).
Al
estar ya en el camión rumbo a la escuela noté que la gente me veía sin ningún
desdén, eso sí, los moOtzitHoOss me voltearon a ver una que otra vez. Ya al
entrar en el salón de clases mis compañeros me observaron y escuché murmuros
que pasé inadvertidos, me posé en el asiento e hice ademán al calorón que se
estaba viviendo dentro del aula. Para mi sorpresa llegó “Fede” y solo se
maquilló y disque arregló pero para mí fue como muchas de las veces se va, me
sentí un poco incómoda puesto que me veía muy “cawuai” y ella pues normal.
Después de eso en el día hubo varias miradas inquietantes de chicos que para
nada son de mi tipo y muchos halagos de mis amiguitos porque decían que me veía
bien y bla bla bla. Ahhh sí, y más tarde en la parada del camión casi afuera de
la Polimédica un chico (se veía con estilo buchonsillo) se acercó a preguntarme
si ya había pasado el Cocos-Alemán, para lo cual le contesté que sí, él me
dijo: “ah ok, gracias” y me sonrió, fue un poco extraño. A ver qué día me
aventuro de nuevo a salir de la rutina.
-Como hojas que danzan al viento.
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