sábado, 29 de marzo de 2014

Centro botanero

Son las 6 de la tarde y acabo de llegar de un viaje a Teacapán. Creo que nunca había ido a ninguna parte del sur del estado, y me acordara porque ningún tejuino o raspado se me viene a la mente. Fui por motivos de trabajo con gente que no conocía de diferentes medios.

La van que nos llevó salió a las 6 de la Ley de mar, unos vatos no alcanzaron a llegar y los dejamos. Qué fácil es apreciar la puntualidad cuando tú no tienes ese hábito y ves cómo le afecta a alguien más.
En el camino no sé si iba dormido o despierto; me medio relacioné con la gente y me tomé un jugo de manzana tibio. Hicimos una parada a la altura de Rosario para recoger una señora y de paso desayunar tacos capeados. A mí casi no me gusta el camarón mas que en ceviche (este gusto adquirido es algo nuevo) pero me tuve que amolar. Pedí dos y un vato me tiró su refresco. Me pidió disculpas como tres veces y le dije que ni pedo, todo fine.
Agarramos fierro definitivo pa’ Teacapán y nos recibieron unos guías en un muelle. Como pudimos, unas 15 personas nos subimos a la lanchita y creo que íbamos a 10 km/h. Otra canoa nos alcanzó a los 5 minutos y nos pidió que el grupo se dividiera para aligerar la carga; aceptamos y en el cambio de bando iba yo incluido con otras 6 personas. Anduvimos media hora quizás por un río/laguna/arroyo/? despejado, poblado sólo por algunos pescadores en sus canoas y pelicanos, hasta llegar a unos manglares donde empezamos a chocar un chingo. El camino era estrecho y las ramas extensas. Esquivando y estrellándonos llegamos a lo que más o menos era tierra firme, donde el otro grupo ya había llegado porque su chofer se puso intenso. Empezamos a caminar y nuestro destino era un cerro: “La pirámide del calón”. Tuve que quitarme los tenis y arremangarme el pantalón para sortearme una experiencia de arenas movedizas región 4. Balanceándonos en pedazos de madera sobre agua estancada y ascendiendo cada vez más llegamos a la cima, no sin antes hundirnos durante el camino, en algunas ocasiones hasta la altura de las rodillas. Me tuve que poner los tenis en una parte donde había conchas y el ambiente estaba filoso, así que me amolé otra vez y en ese tramo le di carrilla a mi calzado como para un año. (Qué palabra tan homosexual es calzado). Ya arriba el guía nos explicó la leyenda de la montaña y sus intenciones de ofrecerla junto con otros atractivos como producto turístico. Tomamos agua y bajamos derrapando. Aunado con el hambre el descenso parecía más largo que la subida. Llegamos al punto de reunión de las canoas y regresamos a otro lugar nomás a comer sandías; para entonces el sol ya estaba más pesado y me tapé la cara casi todo el camino con una camisa porque soy muy diva, nada más me abría espacio con ambas manos para tener una visión semiperiférica del paisaje y aprovechar una experiencia que no acostumbro. En el otro muelle comimos las ya citadas sandías y estábamos más derrotados que entusiastas, así que regresamos al origen, a nuestra Inception (2010).
Apenas entramos de nuevo a Rosario encontramos el centro botanero que estábamos buscando. Comimos y pisteamos; yo me tomé una pa’ guardar las apariencias y me comí como 8 taquitos dorados de papa, ceviche de sierra y camarón y pescado frito. Qué rico te sabe comer cuando traes un hambre de perro. Terminamos como a las 3 y decidimos regresar a Mazatlán, ay mi Mazatlán. 

De vuelta pusieron rolitas de Joan Sebastian, me acordé del cover de Sentimental de Juan Cirerol y andaba felicillo. Poco a poco se fue vaciando la van hasta que los últimos nos bajamos a la altura del Noroeste, donde nos despedimos y ya cada quien agarró por su lado.

Todo el camino a casa estuve pensando en cómo sería tener una van, pa’garrar a mis amigos e irnos de paseo por Sinaloa, compa.

No hay comentarios: